sábado, 31 de octubre de 2020

LAS FIGURITAS



  Siempre dije, las figuritas son pequeños trozos de nuestra niñez. La textura, la calidad de la foto, el juego que ella implica. Jugar a las figuritas era un acto de amor. Acariciarla, tratar de dar el movimiento justo para ganar la partida. Todo eso y  mucho mas eran las figuritas para el Sebastián Loluza. Seba era un soñador nato, con sus 48 años seguía recordando las veredas que recibían las figuritas en el puente del Esteban (lugar histórico para jugar a las figus si los hay) Las baldosas rojas albergaban gran parte de la historia de su niñez. por esas superficies desfilaron diferentes figuritas como las Gran Match, Robotech, Mazinger Z y las de los mundiales de fútbol donde cada jugador miraba sonriente mientras vos le pegabas con tu dedo en el vértice para que tu figu saliera por los aires y le ganara a la otra. Vale destacar que los jugadores nunca perdían sus sonrisas.
 Sebastián, trabajaba en una escribanía. ahora no coleccionaba figuritas sino problemas. Los papeles y planillas  eran un disparador para meter la mano en sus recuerdos y sacar como por arte de magia una figu de aquellas gloriosas épocas. Por las noches al apoyar su cabeza en la almohada pensaba en donde quedó aquella notoria libertad, la libertad de hacerle cosquillas a las calles vagando por el barrio, con su bicicleta Aurorita, recordaba olores, porque no solo se recuerdan imágenes sino aromas, melodías, escenas. Era un bálsamo para aliviar su realidad muchas veces difícil, sobre todo en sus dolorosos días al enterarse que tenía una enfermedad terminal. Sebastián se había enterado hace 2 meses y solo se lo había contado a su hermana. No quería emanar pena y prefería pasar desapercibido en su trabajo. Sus pensamientos eran negros, el futuro no tenía esa claridad de su niñez y las figuritas tomaban un poder enorme que funcionaba como aliviador. El hecho de recordar los personajes, los colores, y a sus amigos de la infancia lo calmaba de su malestar. Nunca mas los había visto. Recordaba a cada uno de ellos con detalles, sus apodos, su pelo, sus zapatillas y por supuesto anécdotas. En las figu era socio con el Rolo, eso sí nunca llenaron un álbum de ROBOTECH. La idea de sociedad tenía un  significado diferente en la vida adulta, un socio en la adultez  era alguien que simplemente te convenía económicamente, un socio en la niñez era camaradería total, es una simbiosis única e irrepetible que nada tiene que ver con el dinero. Recordó a su socio, el Rolo y sintió ganas de abrazarlo. Donde estará el Rolo? que habrá sido de su vida? Recordará también los albumes de figuritas como él? Recordará que nunca pudieron llenar el de ROBOTECH ? Hay algo que une a las personas de por vida, por mas que tu cabeza cambie y tu pelo se vuelva blanco con la escarcha del tiempo o simplemente se caiga. Rolo y él habían sido compinches y eso no se borra. El álbum de Robotech no estaba lleno de figus pero si de recuerdos, de pasar las páginas para lamentarse cuantas figus les faltaban....

Rolo, de 44 años era médico, trabajaba en el Hospital Lencinas y se enteró que su viejo amigo de la niñez estaba internado ahí mismo. Recordó inmediatamente episodios y por supuesto, el album de figuritas de ROBOTECH. Hacía 30 años que no veia a su amigo y esos recuerdos aun se mantenían intactos. Un día jueves se animó a ir a la sala y lo observó desde la puerta de la terapia mientras Sebastián dormía. Esa misma noche Rolo se acostó triste recordando vivencias de su viejo amigo, el cual no veia hace dos décadas y lo veía ahora demacrado, sin sueños. Recordaba que Seba era un soñador, un sensible.  De repente a las 2 de la mañana, Rolo se levantó de su cama en calzoncillos y prendió su notebook. Puso su clave e ingresó a Mercado Libre 

El día viernes, en el hospital Lencinas, Sebastián seguía internado y escuchó por los pasillos alguien que hablaba. Había risas y detrás de la puerta se veía a alguien. Amargado pensó que eran los payamédicos los cuales Sebastián admiraba pero a la vez detestaba, ya que aparecían en momentos inoportunos, Cuando la puerta se abrió ingresó un médico  de 47 años, canoso con barba con un álbum de figuritas en la mano. Los cuatro ojos se entrecruzaron y a los 10 segundos se estaban abrazando llorando. El canoso levantó su mano y le obsequió un álbum de figuritas, Emocionado vio a ROBOTECH  y todos sus personajes y cuando levantó la vista con lágrimas de emoción, el doctor Rolo le dijo..."lo llenamos Sebastián....lo llenamos" 

Sebastián se durmió abrazado a su álbum como un niño, sentía sus hojas ya amarillas por el tiempo en sus mejillas como una caricia matinal. Tardaron 30 años en llenarlo, ya podía dormir tranquilo, su amigo, el doctor Rolo, le había dado una alegría inédita e impagable. Cuando despertó, Sebastián estaba en una habitación vacía, blanca, impecable, un resplandor lo abrazaba. Se sentía pleno, miró a los costados y no había nadie...supo entonces que la mejor medicina muchas veces es una alegría, y quizás, como en este caso, una pura y oportuna alegría retroactiva. 

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