Siempre dije, las figuritas son pequeños trozos de nuestra niñez. La textura, la calidad de la foto, el juego que ella implica. Jugar a las figuritas era un acto de amor. Acariciarla, tratar de dar el movimiento justo para ganar la partida. Todo eso y mucho mas eran las figuritas para el Sebastián Loluza. Seba era un soñador nato, con sus 48 años seguía recordando las veredas que recibían las figuritas en el puente del Esteban (lugar histórico para jugar a las figus si los hay) Las baldosas rojas albergaban gran parte de la historia de su niñez. por esas superficies desfilaron diferentes figuritas como las Gran Match, Robotech, Mazinger Z y las de los mundiales de fútbol donde cada jugador miraba sonriente mientras vos le pegabas con tu dedo en el vértice para que tu figu saliera por los aires y le ganara a la otra. Vale destacar que los jugadores nunca perdían sus sonrisas.
Rolo, de 44 años era médico, trabajaba en el Hospital Lencinas y se enteró que su viejo amigo de la niñez estaba internado ahí mismo. Recordó inmediatamente episodios y por supuesto, el album de figuritas de ROBOTECH. Hacía 30 años que no veia a su amigo y esos recuerdos aun se mantenían intactos. Un día jueves se animó a ir a la sala y lo observó desde la puerta de la terapia mientras Sebastián dormía. Esa misma noche Rolo se acostó triste recordando vivencias de su viejo amigo, el cual no veia hace dos décadas y lo veía ahora demacrado, sin sueños. Recordaba que Seba era un soñador, un sensible. De repente a las 2 de la mañana, Rolo se levantó de su cama en calzoncillos y prendió su notebook. Puso su clave e ingresó a Mercado Libre
El día viernes, en el hospital Lencinas, Sebastián seguía internado y escuchó por los pasillos alguien que hablaba. Había risas y detrás de la puerta se veía a alguien. Amargado pensó que eran los payamédicos los cuales Sebastián admiraba pero a la vez detestaba, ya que aparecían en momentos inoportunos, Cuando la puerta se abrió ingresó un médico de 47 años, canoso con barba con un álbum de figuritas en la mano. Los cuatro ojos se entrecruzaron y a los 10 segundos se estaban abrazando llorando. El canoso levantó su mano y le obsequió un álbum de figuritas, Emocionado vio a ROBOTECH y todos sus personajes y cuando levantó la vista con lágrimas de emoción, el doctor Rolo le dijo..."lo llenamos Sebastián....lo llenamos"
Sebastián se durmió abrazado a su álbum como un niño, sentía sus hojas ya amarillas por el tiempo en sus mejillas como una caricia matinal. Tardaron 30 años en llenarlo, ya podía dormir tranquilo, su amigo, el doctor Rolo, le había dado una alegría inédita e impagable. Cuando despertó, Sebastián estaba en una habitación vacía, blanca, impecable, un resplandor lo abrazaba. Se sentía pleno, miró a los costados y no había nadie...supo entonces que la mejor medicina muchas veces es una alegría, y quizás, como en este caso, una pura y oportuna alegría retroactiva.
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