La práctica consistía en llevarte un dedo a la boca, mojarlo con saliva y tocarle la oreja a un compañero desprevenido, el cual generalmente se enojaba y terminaban a las piñas. Era una invitación a pelear. Era un sinónimo de "Che, nos cagamos a trompadas?"
Podían robarte la bicicleta, atropellar a tu perro o besar a tu hermana pero que te mojen la oreja noooo !
En los códigos absurdos de esa edad mojarte la oreja era igual a denigrarte, como reír perversamente de alguien en el medio de un círculo de bocas que sonríen en forma macabra.
Lo peor es cuando te lo advertían. Frases como "en el recreo te mojo la oreja" creaban malestar durante toda la clase pensando en el trágico futuro cercano del recreo próximo. No podías concentrarte en la clase, no podías tomar nota o tirar tranquilo el borrador o tizas alegremente pensando en lo que te esperaba.
Paulero fue víctima de esto durante todo 4to grado, hasta que decidió dar un stop a esto. Con valentía y audacia, Paulero salía antes que nadie apenas tocaba el timbre despavorido y se escondía en el baño en uno de los retretes. De esta manera evitaba que los matones le mojaran la oreja en todos los recreos, en su lugar le meaban las zapatillas Flecha salpicándolo desde el inodoro de al lado, pero esto no era tan denigrante.
Pasó esta moda de mojar la oreja y vinieron otras. Pero a Paulero no le avisaron. Durante todos los recreos de la primaria se escondía en el baño hasta que escuchaba nuevamente el timbre. Muchas veces hasta se llevaba galletas vainillas o algún sandwich de mortadela para que la espera fuera mas llevadera.
Paulero nunca supo lo que era un recreo, nunca compró juguitos congelados, ni Rhodesias, nunca jugó a las figuritas con nadie en un recreo. Términos como "a la chiru" o "piedra libre" le eran perfectamente desconocidos. En 1988 terminó la escuela conociendo además de las materias, el color de todos los azulejos del baño y sus detalles.
Hoy en día trabaja en una empresa petrolera y en el descanso dicen que se lleva galletas para encerrarse en el baño.
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