miércoles, 28 de octubre de 2020

SHHH...!!

- Ya está, estoy harto- dijo Alfredo al escuchar por enésima vez los gritos de sus vecinos en el enésimo asado de la semana un día martes. Se había mudado hace poco y no había percatado los vecinos molestos que no solo gritaban sino que improvisaban recitales a las 4 de la mañana sin ningún reparo.

Alfredo había hablado con dos de ellos, pero sin resultado. Mientras miraba el techo oscuro y pensaba el pesado día que le iba a tocar en su oficina, soportaba siete voces cantando no tan al unísono "Siguiendo la luna" de los Cadillacs imitando cada uno de los siete a Vicentico. Alfredo probó con tapones para oídos, inductores del sueño, melatonina, contar ovejitas y cerrar las ventanas, pero las desafinadas voces eran fantasmas que se filtraban por cualquier hendija, como una mugre sonora hasta llegar a sus oídos.

La almohada hacía una U sobre su cabeza, Alfredo dio catorce vueltas antes de dormirse, se levantó a orinar, miró por la ventana, el calor del verano era insoportable, el olor a asado tardío llegaba en forma de humo mezclado con las voces y el malhumor. Probó escuchar música para dormir, que se sobreponía esta vez a "Vení Raquel" de los Decadentes. Esa mezcla sonora extraña era peor que nada. Apagó la música e irritado buscó una jarra, la llenó de agua y luego de abrir la ventana la arrojó con toda la fuerza sobre sus ruidosos vecinos. Los cantos cesaron y al unísono se escuchó un "Ehhhhh" y algunos insultos. Alfredo se acostó enojado. Su cuerpo no se relajaba, su corazón latía. La bulla seguía con mas intensidad que antes. Malditos adolescentes, dijo mientras suspiraba e insultaba mirando el blanco techo que en este momento era mas negro que nunca. Ahora la canción era una cumbia. No soportando mas, se puso las zapatillas, una remera y así despeinado y con una extraña bronca que no sentía desde hacía tiempo, bajó las escaleras y se enfiló hacia la casa decidido a todo. Tocó dos veces el timbre furioso y esperó. La música se escuchaba desde la vereda. Al rato la puerta se abrió. Un chico de 15 años apareció y lo miró a los ojos. Alfredo, quien iba a gritarle algo, quedó mudo. Miró al chico, sus palabras se trabaron, empezó a marearse. El chico lo miró y le dijo "si?" sus miradas se mezclaron en una intensa mirada. El chico con unos intensos ojos marrones, cerró la puerta. Alfredo salió corriendo, llegó a su cama y se acostó llorando. Pensativo, agitado, angustiado. El chico que abrió la puerta era él. Pudo verse a sus quince años, disfrutando, absorto y puro, pudo ver sus granos y espinillas en su rostro, su pelo lacio y aún no desteñido. En un vistazo rápido vio también a sus amigos: el rolo, el panchi, el Loro...

Sacándose las zapatillas se acostó y trató de dormir mirando el techo, pero la música al igual que los pensamientos, una vez mas no lo dejaron. Cerró los ojos...Ahora la canción era El viejo de arriba, de la Bersuit

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