La meta estaba lejos, no sabía si llegaría pero el hecho de no intentarlo era peor que no haberlo intentado. Emi sufría dolores, pensamientos, calamidades mentales pero sabía que el sendero era ese y por ahí andaba día y noche, invierno y verano, años y décadas.
Un día sin saber cómo. Emi llegó. No sabía si era el lugar, no había nadie que lo aplaudiera, nadie que le palmara la espalda, simplemente un viejo y oxidado espejo. Emi se acercó tímidamente y vio su reflejo en el desteñido espejo. Su figura era la de un viejo, se tocó la barba blanca, los desteñidos cabellos y se miró a esos ojos gastados sin hacer ninguna expresión. De repente, su corazón empezó a latir, inspiró profundo y tuvo ganas de reír...vio su sonrisa en el viejo espejo, era él, lo logró, y con lágrimas en los ojos y besando el frío y ahora empañado espejo se felicitó. La sonrisa se transformó en una gran carcajada. la locura no le importaba, la felicidad le invadió cada célula y vio ese niño en el camino. El niño de pelo blanco y sonrisa eterna
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